Patriotismo

Nueva semana, nuevo artículo y un tema candente, el caso de Rodrigo Rato. Columnista fácil sería si ahora mismo me desahogara escribiendo sobre las acciones que ha llevado a cabo nuestro protagonista, pero no será el eje central de este artículo hoy. Seguramente otra semana cuando el tema esté ya en el inframundo de la prensa decidiré escribir algo, pero no sólo sobre Rodrigo Rato, sino sobre cómo han ido abandonando la camada los diferentes lobos que componían alrededor de él un ejército de aves carroñeras cuya presa era la clase media.

Esta semana hablaré sobre una persona que me ha sorprendido por su capacidad de hipocresía. Sé que mi opinión podrá gustar o no, se compartirá o no, pero espero que antes de que usted como lector se posicione comprenda este texto más allá de lo que se expresa literalmente. Me refiero al ex – presidente Felipe González.  Imagino que llegados a este punto habrá dos tipos de lectores, los que estén con el arma cargada esperando con expectación lo que voy a decir, y los que están rezando para que lo deje mal parado. Mi intención no es ni adular ni desprestigiar a nadie, toda persona queda por lo que refleja a la sociedad.

El caso que el domingo pasado vi una entrevista en un afamado programa de televisión y la verdad, lo siento no puedo contenerme ya. Me niego a aceptar la moralidad sin más, no aceptaré una teoría ni una postura, de una persona que vive de las rentas del pasado. Golpes y más golpes a los nuevos partidos, o mejor dicho golpes al mismo partido de siempre desde que nació a PODEMOS y sobre todo a Venezuela. Me niego.  Podrá ser un referente para el partido que presidió, sin ir más lejos hace poco su actual secretario general lo ha rescatado como aquél arqueólogo que encuentra un ánfora en pleno siglo XXI. No está mal saber que existió pero ya está fuera de lugar en primer plano político.

Serán mis más allegados los que podrán comentar y aclarar que no soy sospechoso ni de militar, compartir, ni defender a PODEMOS, aunque siempre lo respetaré. Por supuesto con el Régimen de Venezuela me pasa lo mismo, no es de mi agrado (no el régimen, sino más bien el presidente actual), pero creo que centrar los esfuerzos políticos en eso es algo que no nos hace bien a nadie.  Resulta que tenemos que saborear un menú sobre moral que como verduras a los niños, a los que razonan y se autocritican, nos disgusta.

Cuando alguien habla sobre cualquier aspecto social, político, cultural o religioso, al menos debe tener una dosis de autocrítica, de memoria y sobre todo valor para afrontar los errores. Resulta que ahora se ha puesto de moda en tertulias y columnas hablar  de la violación de los derechos humanos en otros países como Venezuela. Crímenes que condenaré con total rotundidad desde ya. Pero por favor, hablar de ese tema Felipe González, es como si Rouco Varela habla del voto de pobreza en su ático que costó millones reformarlo, es decir, como mínimo raro. Y es que resulta que el señor que tanto empeño llevo poniendo desde que PODEMOS, salió a la palestra política hizo algo parecido. Nadie recuerda lo que supuso EL GAL, nadie recuerda cuantas víctimas supuso, cuánta sangre corrió en su día. No es que nadie lo recuerde, es que se puede entender que un ciudadano de a pie lo obvie, pero que un periodista, tertuliano o columnista que se gana la vida de los recuerdos y la información lo obvien pues huele un poco raro.

La verdad que es la columna que más tristemente estoy escribiendo. Deprimido, desilusionado y avergonzado a partes iguales es como me encuentro. Deprimido  pues porque veo como hay personas que se ven en la calle sin nada, mientras nos han avasallado con el mensaje de habéis vivido por encima de vuestras posibilidades. Resulta que ahora lo que ha habido,  ha sido un expolio total de las arcas públicas por parte de unos  presuntos mangantes que nos han mirado por encima del hombro, pero no se han dado cuenta que el tiempo de señores y criados ya pasó.  Más de setecientos  cargos públicos con cuentas en Suiza. Datos que a día de hoy no sabemos nada más que la cifra, pero no sabemos quiénes son.  Y desilusionado y avergonzado, pues todavía hay un sector de la sociedad que se niega a estar al menos informado,  se traga todo mensaje sesgado en los medios, bien por parte de los periodistas o por políticos, sin la intención de indagar más.

En mi alegato final y a colación de mis últimas palabras sale a relucir un término y es el de patriotismo. ¿Qué es el patriotismo? Para los que han expoliado las arcas públicas y para muchos ignorantes, patriotismo,  la banderita de España en cualquier parte del cuerpo, vestir pijo, ser conservador y bueno si eres de abajo ser criado, si estas arriba humillar a los de abajo y sobre todo el dinero en paraísos fiscales.  Para las personas que leen, saben hacer una crítica profunda, usan la razón y son coherentes, patriotismo es algo diferente. Patriotismo es que todos paguen impuestos sean de donde sean, tengan lo que tengan  y hayan nacido en una clase u otra, es decir, que exista igualdad. Pero igualdad no sólo tributaria, sino también de oportunidad, igualdad ante la justicia, en definitiva evolucionar.

No acataré la moralidad de ex – presidentes en consejos de administración, no aceptaré lecciones morales de los que usan la política para lucrarse y no aceptare algo impuesto sin más motivos que la tradición.  Cuando dos ex – presidentes, que supuestamente están en la antípodas ideológicas y resulta que últimamente están de acuerdo en casi todo, deja claro la decadencia moral.  Cuando los defraudadores estén entre rejas, la justicia sea JUSTICIA y la democracia sea DEMOCRACIA, el patriotismo no tendrá ese tinte oscuro que algunos le han dado en estos  casi cuarenta años.